Friday, November 03, 2006

Ha sido un largo mes...

Octubre ha sido un largo mes: vinieron mis compañeras de colegio, nos reunimos en la casa de Luz Matilde Ábrego, efectuamos también los segundos parciales en la Universidad, y mi curso de Historia de El Salvador marcha viento en popa... terminé de revisar Palimpsestos y Flores de Papel, dos historias de las que ahora no quiero comentar nada, pero que me han dejado física y mentalmente exhausta...

Hace una semana hicimos un viaje a Guatemala con Susana Reyes. No fue fácil. Nada de lo que hacemos, ella y yo, es fácil. Tal parece que somos cronopias, después de todo, y cuando viajamos nos suceden todos esos percances que describe Cortázar en su texto inmortal:

Viajes

Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las alfombras. El segundo se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los muebles e inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus valijas. El tercer fama va al hospital y copia las listas de los médicos de guardia y sus especialidades.
Terminadas estas diligencias, los viajeros se reúnen en la plaza mayor de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de "Alegría de los famas".
Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: "La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad". Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.
Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan.

Julio Cortázar, Historias de cronopios y de famas.

Nos levantamos a las tres de la mañana. Susana pasó a recogerme como a las tres y media y nos fuimos a Puertobús. El bus partió a las cuatro en punto. El trayecto fue sin incidentes. Por fortuna, no enfrentamos ningún atasco ni en la frontera de Las Chinamas ni en la carretera de acceso a Guatemala. Bajamos en La Pradera a las ocho y media. Pasamos a desayunar a un café en el centro comercial y luego tomamos un taxi para hacer la diligencia que nos llevaba a la ciudad, la cual se frustró debido a las caóticas direcciones de Guatemala, hecho agravado por la desconfianza de los chapines, que no prestan ninguna ayuda.

Regresamos a La Pradera donde nos encontramos con Dina Posada, amiga salvadoreña que tiene más de veiticinco años de vivir en Guate. Fue una ayuda invaluable para orientarnos en esa terra incognita. Por fin, a la una, quedamos libres de obligaciones y nos fuimos a almorzar al Tre fratelli de la zona 9. Comimos maravillosamente y a las tres y media estábamos en la Terminal, en pleno caos de la zona 4. Hubo que esperar una hora a que saliera el bus, y otra media hora a que cargara diesel. Pero por fin tomamos camino de regreso hacia El Salvador, en medio de un aguacero bíblico. Quizá porque son los últimos del presente invierno...

Un percance en la frontera nos hizo llegar con una hora de retraso. Veníamos con salva sea la parte hecha talco, pero contentas. A ver cuándo repetimos la experiencia pero con más tiempo.

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